SAN JUAN DAMASCENO EXPOSICIÓN DE LA FE, Capítulo 8. La Santa Trinidad ,
De San Juan Damasceno: La Santísima Trinidad.
Nosotros creemos, por tanto, en un solo Dios, principio único sin principio, increado, no hecho, ni sufre daño ni tampoco muerte, eterno, infinito, incircunscrito, ilimitado, de poder infinito, simple, no compuesto, incorpóreo, sin fluctuación, impasible, inmóvil, inmutable, invisible, fuente de bondad y justicia, luz dotada de inteligencia, inaccesible; poder que no conoce ninguna medida, sino sólo medido por la propia voluntad (todo lo que quiere, lo puede51). Es Creador de todas las criaturas, visibles e invisibles, comprende en sí y conserva todas las cosas, previsor de todo, todo lo domina, todo lo gobierna, y reina sobre todo con un reino inmortal y sin fin, no tiene ningún contrario y todo lo llena, y no es contenido por ninguno, sino que, más bien, él contiene la totalidad, la conserva y la sobrepasa . «De modo inmaculado está sobre todas las esencias y más allá de todas las cosas, pero permaneciendo fuera de toda esencia, en cuanto es supra esencial, y por encima de todo, más que divino, más que bueno, todo completo; es el que define todos los principios y órdenes, el que está constituido más allá de todo principio y orden», por encima de la esencia, la vida, la razón y la inteligencia; la luminaria misma, la bondad absoluta, la vida en sí, la esencia en sí, como quien no tiene el ser de parte de otro. Y de todo lo que es, en cambio, es la fuente misma del ser para los que son, de la vida para los vivientes, de la razón para los que participan de razón. Habiendo conocido todas las cosas antes de su creación, es la causa de todos los bienes para todos. Una esencia, una divinidad, un poder, una voluntad, una fuerza, un mando, una autoridad, una soberanía, un reino que se descubre en tres hipóstasis perfectas, y en ellas es reverenciado con una misma prosternación. Dios es creído y adorado por toda criatura racional en estas tres hipóstasis que están unidas sin confusión y se distinguen sin cesar, lo que también es maravilloso. Creemos en el Padre, y en el Hijo, y en el Espíritu Santo, en los que estamos bautizados, porque de este modo ordenó el Señor bautizar a los apóstoles: Bautizándolos, dice, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. [Creemos] en un Padre, principio y causa de todos las cosas. No ha sido engendrado por nadie, sino que es el único principio sin causa e ingénito. Por una parte, es Creador de todas las cosas. Por otra, es Padre por naturaleza de un único Hijo suyo unigénito, nuestro Señor, Dios y Salvador, Jesucristo. También [el Padre] es Emisor del Espíritu Santo. Asimismo, creemos en un Hijo de Dios, el Unigénito, el Señor nuestro Jesucristo, «quien fue engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consustancial al Padre, por quien todo fue hecho». Afirmamos que él es antes de todos los siglos, porque declaramos que su generación es sin principio y fuera del tiempo. Pues ¿cuándo fue conducido el Hijo de Dios de la nada al ser? El, que es resplandor de su gloria, impronta de la hipóstasis del Padre, la sabiduría y fuerza viviente, el Verbo sustancial, la imagen esencial, perfecta y viviente del Dios invisible 6 7 ; en cambio, siempre ha estado con el Padre y en él. Eternamente y sin comienzo ha sido engendrado, porque jamás ha existido el Padre sin que existiera el Hijo, sino que simultáneamente existen Padre e Hijo. Este ha sido engendrado del Padre, porque no sería llamado Padre sin el Hijo. Si hubiera existido sin tener Hijo no sería Padre, y si después de esto tuviera un Hijo, con posterioridad vendría a ser Padre. Al no ser antes de esto Padre, habría cambiado desde el no ser Padre al venir a ser Padre, lo que sería mucho peor que toda blasfemia, porque no es posible decir que Dios está privado de la vitalidad natural. Por el contrario, la vitalidad que procede de sí mismo, esto es, de su propia esencia, engendra a uno semejante en naturaleza. Ciertamente, en cuanto a la generación del Hijo, es impío decir que medió un tiempo, y que después del Padre ocurrió la existencia del Hijo, porque confesamos que la generación del Hijo procede de Él, o sea, de la naturaleza del Padre. Y si no concedemos que el Hijo desde el principio coexiste con el Padre, del cual ha sido engendrado, introducimos furtivamente un cambio en la hipóstasis del Padre, porque no siendo Padre vendría después a ser Padre. Sin duda la Creación, puesto que tuvo lugar después, no procede de la esencia de Dios. En efecto, la Creación ha sido llevada de la nada al ser por la voluntad y el poder divinos, y [en esto] no tiene lugar ningún cambio de la naturaleza divina. Por una parte, la generación consiste en sacar de la esencia de quien genera a un generado semejante en esencia. Por otra parte, Creación y Producción son hacia fuera y no son a partir de la esencia del Creador y Autor, por lo que vienen a ser absolutamente distintos con el Creador y Autor. (SIGUE) Para seguir leyendo esta maravilla, click en el libro y leedlo todo, sino especialmente para culminar el Capítulo 8 de la Santísima Trinidad id a la página 46
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