ACERCA DE LA SALVACIÓN Y LA CONDENACIÓN: CAPITULO XVI
ACERCA DE LA SALVACIÓN Y LA CONDENACIÓN: CAPITULO XVI
No se puede salvar el hombre en cualquiera religión. PROPOSICIÓN XVI Página: 125 PUEDEN los hombres hallar en la profesión de cualquiera de las religiones el camino y la consecución de la salvación eterna. Se nos ofrece proscrita la proposición anterior por el Papa Pío IX, en su Encíclica Qui pluribus del 9 de Noviembre de 1846; en su alocución Ubi primum, pronunciada el 17 de Diciembre de 1847, y finalmente, en la otra Encíclica suya de 17 de Marzo de 1856. De cuyas condenaciones se colige que la proposición católica verdadera es la contradictoria, conviene á saber: No pueden los hombres hallar la senda y consecución de su salud eterna en la profesión de cualquiera de las religiones. Desde luego se ve que la proposición reprobada por el Vicario de Cristo no niega ni la existencia de Dios, ni rehusa todo culto, ni combate la vida perdurable; pero aparte estos tres puntos, abre y franquea las puertas del cielo á todo católico, gentil, hereje y apóstata; á todos juntos y en tropel, asegura y promete la vida eterna, con sólo profesar cualquiera religión, buena ó mala, verdadera ó falsa, agradable ó desagradable al mismo Dios. Porque no toda religión agrada á Dios, Verdad por esencia y Bondad por naturaleza, aun cuando tal enseñanza prediquen hereticalmente los partidarios del moderno indiferentismo liberal. Esta familia latitudinaria, extraviada, debiera considerar y pesar mucho aquella proposición teológica tan repetida: Fuera de la Iglesia católica no hay salvación. Y si no la entiende, estudiarla y preguntar á los doctores católicos acerca de su cabal explicación. Son censurables y vitandas, por falsas y erróneas, las teo- rías de estos indiferentistas del racionalismo, autores de la proposición décimasexta del Syllabus, que condenó el citado Pontífice. Para ellos nada importan las formas; ni á Dios el ser honrado y adorado con uno ú otro culto, con ésta ó aquélla religión. El hombre sincero, dicen, y creyente, delante de Dios es santo, justo y bueno, sea cualquiera la religión á que pertenezca. Un gentil, judío ó mahometano sincero, es tan respetable y digno de estima como cualquier cristiano protestante; y éste podrá ser superior, ó tanto, al más ferviente católico. Porque en siendo el individuo hombre de bien y adorador de la Divinidad, le basta; la religión que practique y profese en su conciencia será la mejor. Entre los indiferentistas hay muchos que predican constancia en la religión, sea la que se quiera, en que hemos nacido y nos fué enseñada. No aprueban que el soldado tenga alguna vez motivo para cambiar su bandera, ni que hombre alguno se vea obligado, cuando la verdad se impone y resplandece, á cambiar de religión. Mas tamaña indiferencia, tan vana como insensata, no se explica en hombres que se llaman filósofos, y reputados entre sí mismos como sabios; sino por ser, ó muy ignorantes en estas materias, ó porque no creen ni practican religión alguna. Quien admite y enseña que todas las religiones son iguales y agradables á Dios, en el mismo grado, ese no cree, ó no comprende la divinidad, por origen y naturaleza, de ninguna de ellas. Los partidarios del indiferentismo religioso, y defensores de la proposición décimasexta del Syllabusj ignoran, ó fingen no saber, que hay, según la historia eclesiástica y secular, una religión en el mundo, procedente, desde el principio, como queda di- cho, del mismo Dios, que la enseñó á nuestros primeros padres Adán y Eva, á los Patriarcas, á los Profetas, al pueblo hebreo; la cual fué, á los cuatro mil años de la creación del hombre, declarada, interpretada, completada, predicada é impuesta por Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, á todos los hombres, que la deberán aceptar, creer y practicar, conforme á razón y justicia, bajo pena de eterna condenación. Por eso San Juan, en el capítulo III de su Evangelio, historia de autoridad divina y humana para el católico, y sólo humana para el incrédulo, nos enseña haber "amado Dios tanto al mundo que le dió su Hijo Unigénito, para que cuantos en Él crean no perezcan, sino que tengan (logren) la vida eterna r,. Si, pues, los hombres no han de perecer eternamente, es necesario que crean en Jesucristo , Hijo Único, Encarnado de Dios. No habrá, por tanto, vida feliz y perdurable para quienes rechacen la religión cristiana. El que quiere salvarse, de necesidad absoluta deberá creer en Cristo Jesús; y sin tal fe y profesión cristiana no basta la práctica de todas las religiones juntas; ni la de todas las virtudes naturales aprovecha si se desprecia la voz del Evangelio. PARA SEGUIR LEYENDO: página 126 en adelante. https://ia802207.us.archive.org/13/it... NOTA para los que no han buscado el término y lo usan como si supieran: "¿Qué significa Latitudinarismo? m. Rel. Doctrina y actitud adoptada por algunos teólogos anglicanos en el siglo XVII que defienden que hay salvación fuera de la Iglesia, rechazan los dogmas, dan preferencia a la razón sobre la Biblia y las tradiciones y propugnan una amplia tolerancia en materias religiosas." Más les valdría a los tales ver la viga en su ojo que la paja en el ajeno. Idem a los que suelen ser aplaudidores sin recurrir a la lectura ellos mismos, haciendo fe en la supuesta sabiduría de un otro. No estamos llamados a APRENDER NI APRENDEHER de extractos copiados y pegados, los que la inmensa mayoría de las veces solo sirven para confundir incluso al que los copia y pega por no haber leído la totalidad del texto u obra completa a fin de entender de qué la va el tal texto citado. Muy modernista esto de NO ES NECESARIO LEER LA TOTALIDAD DE UNA OBRA, DE CÓDIDES POLVORIENTOS Y VIEJOS, DE MILES DE HOJAS rechazado todo esto por quién se dice católico a por quienes se regodean de seguirle y son sus aplaudidores alegando que el ctrol+f les trae aquello que es necesario y no más iguales a aquellos a los que se les pasa el texto en un PDF y luego se lo difunde sin siquiera haber leído algo más en algún sitio que les permita corroborar. Todo muy de ésta época donde se aplauden los "Titulares" con suerte, mientras Satanás les cuela la herejía por falla de la comprensión de qué la va el autor o autores cuando dicen lo que dicen y sostienen lo que sostienen. Así esos canales llenos de aparente "magisterio" son un gran bluff de la catolicidad que dicen defender. Próximamente será subida en AUDIO-VIDEO EL SYLLABUS DE S.S.PÍO IX ACERCA DE TEMAS VARIOS, TRATADOS UNO A UNO EN CADA VÍDEO Y POR SEPARADO.
Continuando: PARTE DOS: ACERCA DE LA SALVACIÓN Y LA CONDENACIÓN: CAPITULO XVI No se puede salvar el hombre en cualquiera religión. PROPOSICIÓN XVI Página: 125 66. El cual, en el lugar citado, asegura que quien resiste creer en el Hijo Unigénito del Padre, está ya juzgado y perdido. Es preciso, para salvarse, creer en el Nombre del Hijo Único de Dios. Ni nadie va al Padre si no es por el Hijo, el Divino Salvador del mundo, como enseña el dicho capítulo y el XVI. v 6, de San Juan. Todo esto, desde luego, se comprende con sólo notar que los hombres pueden hacer, naturalmente, buenas obras; mas no merecedoras del fin sobrenatural, si por la fe y la caridad no se hallan incorporados a Cristo. Es necesario persuadirse, con la historia bíblica, evangélica y apostólica en la mano, que Jesucristo está sobre todos, porque vino del cielo (Joann., III, 31); y como descendió de lo alto, nos enseñó la verdad del Padre. Quien admite su testimonio, rinde homenaje a la veracidad del mismo Dios, y quien lo rechaza, tiene a Dios por mentiroso y falaz (I Joann., I, 10). Finalmente, hemos de creer que sólo en Cristo hay salvación; que el Padre quiere verdaderos adoradores, de los que adoran en espíritu y en verdad (Joann., IV, 23); que sólo el Hijo enseñó a los hombres el verdadero culto espiritual. De estos pasajes bíblicos, tan respetados y respetables a todos, en buena crítica histórica, de autoridad divinamente inspirada para los fieles, y por lo mismo inconcusa, se colige, por filosófico discurso, ser de absoluta necesidad inquirir, creer, profesar y practicar la única religión verdadera, fundada por el mismo Dios, predicada por su Verbo Personal, y para mayor seguridad, sellada con el milagro, real e innegable hasta entre los judíos, que lo atribuían a Belcebú. Luego, sólo en la religión de Jesucristo, Hijo de Dios, y Dios como El, se podrán salvar los hombres; mas no profesando cualquier otra, como falsamente enseña la proposición condenada, que se va refutando. Si todas las religiones fueran a Dios indiferentes y agradables, jamás nos hubiera mandado con divino imperio, y hasta amenazándonos con la eterna condenación, una sola, determinada: la que enseñó al mundo desde el principio, y nos explicó, impuso y confirmó su Hijo, Redentor del humano linaje. Jamás hubiera el mismo Jesucristo enviado a sus discípulos, versados y divinamente arraigados en sus doctrinas incomparables, bajadas del cielo, a predicarlas y enseñarlas a todos los hombres, bautizándolos de paso, e incorporándolos así al mismo Señor y Salvador, para que por El, Verdad, Camino y Vida, pudieran lograr y poseer la bienaventuranza eterna. He ahí sus palabras: Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: y enseñadles a cumplir cuanto yo os he mandado (Matth., XXVIll, 19, 20). Y añadió: Aquel que creyere y fuere bautizado, se salvará, el que no creyere, se condenará. Por donde aparece patente que si el hombre ha de alcanzar su salud eterna y entrada en el reino de los cielos, le es indispensable creer, profesar y practicar, no cualquiera religión, judía o mahometana, cismática o luterana, buena o mala, sino la sola y única religión verdadera, enseñada por Dios al mundo y predicada por su divino Verbo encarnado Jesucristo. Y aparece, además, claro como el sol, que quien quisiere salvarse, y no condenarse, deberá ser incorporado, por la fe y el Bautismo, a Cristo Dios; admitir todas las verdades reveladas, y por El depositadas en su única Iglesia, y guardar sus mandamientos constitutivos del Decálogo y la moral cristiana. Por consiguiente, no es el hombre libre para abrazar la religión que más le plazca, sino que está obligado á profesar con fe práctica la Religión sola de Jesucristo, que es la católica, como la historia evidencia, ya que, además, es la sola y única agradable á Dios. CLICK PARA SEGUIR LEYENDO: Página 126 y siguientes https://ia802207.us.archive.org/13/it...
Continuando: PARTE TRES: ACERCA DE LA SALVACIÓN Y LA CONDENACIÓN: CAPITULO XVI No se puede salvar el hombre en cualquiera religión. PROPOSICIÓN XVI Página: 125. Aparte de las anteriores consideraciones de autoridad y filosóficas a la vez, y de las cuales no es lógico ni fácil prescindir, existen otras puramente racionales que nos conducen a negar la tesis naturalista-liberal de poderse el hombre salvar profesando la religión que sea más de su agrado. En primer lugar, todo filósofo sensato sienta el principio de que la verdad es una; luego la fe religiosa verdadera, añade con San Pablo, es también una. Si sólo es una, no es lógico, ni posible moralmente profesar, creer, ni seguir otra contraria, porque esta de necesidad será falsa. Dos proposiciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas: si una es verdadera, la otra es evidentemente falsa. Dios existe; proposición verdadera. Dios no existe; proposición contradictoria, y, por consiguiente, falsa. No puede ser verdad que Dios exista y no exista a la vez; Dios Criador impuso a la criatura racional una religión, su ley, su voluntad; proposición verdadera. Dios no impuso al hombre una religión, ni su ley, ni su voluntad; proposición contradictoria y falsa. Estas dos proposiciones contradictorias no pueden ser á la vez verdaderas. Siendo la una verdadera, la otra es falsa. Y como según la historia del género humano, la tradición universal, el sentido íntimo individual y social, antiguo y moderno, judío y gentílico, pagano y cristiano, afirma que Dios impuso a los hombres su divina voluntad, su ley, la Religión verdadera, resulta no poder los hombres con derecho elegir otra alguna más cómoda y agradable á ellos para salvarse. Principios son éstos patentísimos; porque si el hombre ha de salvarse, habrá de ser evidentemente agradando, obedeciendo, complaciendo a su Criador. Y es locura rematada pensar que lo mismo satisface a Dios el culto, que le da el honor debido de justicia, puesto que es Criador, Verdad y Bondad suma por esencia, que otro cualquiera, aun cuando se lo niegue, tributándolo a pura criatura, o al vicio, o a la. razón humana, al sol, a la naturaleza, o a los ídolos hechura de artífices humanos. No cabe en cabeza sana suponer que a Dios agrada igualmente verse tratado de Principio absoluto de todo bien, o principio absoluto del mal; contemplarse adorado como Verdad Suprema y esencialísima, conforme a justicia, y mirarse despreciado, y aun blasfemado, negándole existencia real, personal y viva. De donde se infiere no poder el hombre complacer a Dios y hallar su eterna salvación abrazando, creyendo y practicando una religión cualquiera, buena o mala, adoradora o despreciadora de la Divinidad. Tamaño indiferentismo no es lógico ni racional, ni mucho menos camino de dar contentamiento a Dios, que tiene señalada, por mil maneras, la senda recta, única, infalible, para llegar al cielo. ¿Cuál? La manifestada por Moisés al pueblo hebreo, y al mundo universal por Jesucristo, Hijo de Dios vivo, encarnado y crucificado para redención de todo el género humano. 68. Ni tampoco tiene valor la salida de los incrédulos, sentando que el hombre, como ser libre, puede escoger y profesar la religión que más le halague; y si tal no puede, ¿qué se hizo de su libertad? No niego yo, ni niega la Iglesia, ni nadie que piense bien, la libertad moral y física en el hombre. Es cierto, y la cristiana filosofía así lo enseña, que existe en nosotros la libertad humana para elegir el bien o para elegir el mal; por más que la verdadera libertad consista en la facultad de elegir entre cosas buenas y verdaderas; porque elegir, querer y practicar el vicio, el error y la mentira, es muerte de la verdadera y legítima libertad. El error, la falsedad, el desorden, el pecado, matan al sujeto de la libertad. Pero de todos modos, la humana libertad, o el ser libre para hacer el mal, ¿tiene derecho al mal? Porque libertad y derecho son vocablos que envuelven conceptos muy distintos. Libre físicamente es el hombre para estafar y asesinar a otro hombre; ¿pero tiene nadie derecho para estafar y matar a su prójimo? ¿No existen leyes morales que atan las manos s la humana libertad para obrar el mal? Libertad puramente física tiene cualquiera para ser ladrón: pero carece de libertad moral para robar; esto es, nadie tiene derecho a tomar lo ajeno contra la voluntad de su dueño, porque hay una ley divina, el séptimo Mandamiento del Decálogo, que prohibe el robo: el séptimo, no hurtar. Contra esta divina ley, contra el derecho del Sumo Legislador que la dió al mundo, no hay libertad que valga; contra derecho no hay derecho posible. De donde se infiere, que la libertad del hombre nada puede contra el derecho divino. Habiendo señalado a los hombres el Criador de todos un camino solo y único para salvarse, una sola fe, una sola verdad, una sola religión, es absurdo, torpísimo y soberbia luciferina, afirmar y defender que el hombre es iibre para abrazar cualquiera religión. Ni es menor absurdo pretender la eterna salvación con sólo dar culto al Señor, según capricho individual. CLICK PARA CONTINUAR LEYENDO: https://ia802207.us.archive.org/13/it...
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