UN PERFECTO RECORDATORIO PARA MI: La humildad interior Del Sermón 233 de San Cesáreo de Arlés
UN PERFECTO RECORDATORIO PARA MI: La humildad interior Del Sermón 233 de SanCesáreo de Arlés.
Cesáreo, Obispo a los santos señores y hermanos bien amados en Cristo, residentes del Monasterio de Blandiacum 5. Ante todo, hermanos bienamados tengan humildad: no aquella que se muestra solamente de tiempo en tiempo, exteriormente, sino aquella que se conserva en la conciencia. Porque hay quienes tienen la costumbre de demostrar humildad por boca y corazón mientras reina una cierta tranquilidad pero si, como puede suceder, se levanta alguna tormenta de desgracias o escándalos, la boca no tiene freno y la cabeza se yergue, el orgullo escondido en el corazón surge por los labios. ¿Por qué mis hermanos ha pasado esto? Porque no existían los cimientos de una verdadera humildad, porque la humildad que anteriormente exteriorizaban no la poseían en el corazón. “Porque es por la plenitud del corazón que habla la boca”. Será en vano que busques alcanzar aquello que no quisiste tener como reserva cuando aún podías hacerlo. Nuestros corazones, bienamados hermanos son como recipientes que no pueden de ninguna manera permanecer vacíos. Cada cual está repleto o de bien o de mal. Y así como al sacudir un vaso, nos damos cuenta de su contenido, pasa igual con el hombre, cuando es sacudido y esto sucede, por algún castigo o algún escarmiento, enseguida muestra su contenido, porque como he dicho es por la plenitud del corazón que habla la boca (Mt 12,34). En efecto, aquella humildad que exteriorizaba anteriormente estaba sólo en la superficie pero no en su conciencia. Cuando se lo escarmiente con justicia, responderá con palabras muy amargas, con la furia de un tirano. Este orgullo no nace en ese preciso momento, pero es entonces cuando se manifiesta en toda su realidad. Porque ni la reprimenda, ni el santo castigo son los que convierten en orgullo, sino que muestran lo que él era ya hacía mucho tiempo. Lo mismo sucede inversamente con el alma humilde y santa, aún si a veces, como suele suceder, recibe una reprimenda injusta -o justa- ella se humilla más todavía, bajo la inspiración de Cristo y proclama, por obra del Espíritu Santo, que está recibiendo menos de lo que merece. Y así, aquel que oculta el orgullo en su corazón, cuando se lo sacude esparce un hedor espantoso mientras que aquel que es manso y humilde emite un agradable aroma."
https://www.surco.org/sites/default/files/cuadmon/disponible_no/cuadernos-monasticos-141-2981.pdf
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