De LA CARTA DE LA OBEDIENCIA de San Ignacio de Loyola (1)
San Ignacio murió repentinamente, el 31 de julio de 1556. Fue beatificado el 27 de julio de 1609 por Pablo V, y canonizado en 1622 por Gregorio XV.
De LA CARTA DE LA OBEDIENCIA de San Ignacio de Loyola y de lo que S.S.el Papa opinó sobre él en aquél entonces: "1. — «Quien atentamente considere la vida de Ignacio sentirá ante todo viva admiración por la magnanimidad con qiie aquel varón buscó con todas veras la mayor gloria de Dios... Pero quien escudriñe el fondo de las cosas, hallará sin dificultad que Ignacio sobresalió notablemente en el espíritu de obediencia, y que recibió de Dios, como obra a él particularmente encomendada, la misión de inducir a los hombres a practicar con mayorempeño esta misma virtud». (1) Estas palabras del Vicario de Jesucristo nos permiten darnos cuenta cabal del lugar prominente, que ocupa nuestro Santo Padre Ignacio entre los legisladores religiosos y los maestros de la vida espiritual en lo que se refiere a la virtud de la obediencia. Todos los que, en alguna forma, se lian preocupado de dar leyes y normas prácticas de conducta a los Institutos religiosos, han tratado más o menos detenidamente de la obediencia, declarando sus ventajas y excelencias e insistiendo en la excepcional trascendencia que tiene esta virtud para llevar a la santidad. Ni podía ser de otra manera, toda vez que la obediencia es uno de los
elementos más esenciales de la vida de perfección, la cual ni concebirse puede sin ella. Con todo, nuestro Santo Fundador es generalmente considerado, y con razón, como el maestro más insigne de la obediencia religiosa. Y no es que se encuentren en los escritos del Santo o en los dichos que de él nos han conservado los que más de cerca le trataron, ideas que en rigor puedan decirse originales sobre la obediencia. Fácil fuera, en efecto, señalar en las obras de los Doctores y antiguos autores ascéticos, o en las Reglas de los Fundadores que le precedieron, conceptos semejantes y aun idénticos a los que eran familiares a nuestro Santo Padre y que él inculcaba con tanto ahínco a sus hijos. Mas lo cierto es que nadie ha hablado de la obediencia con tanta penetración y espíritu comprensivo como San Ignacio de Loyola; nadie ha puesto de relieve con tanto vigor el fundamento sobrenatural sobre que estriba, ni deducido con tan férrea lógica las consecuencias todas que de este principio se derivan para la vida práctica; nadie antes de él, entre los Fundadores, había declarado tan paladinamente ser la obediencia la ley esencial y el carácter distintivo de su Orden; nadie, por fin, y esto es quizá lo más importante, había como él urgido la práctica integral, ilimitada, generosa hasta el heroísmo de la obediencia."
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